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Este es un espacio creado para tener interacción con todas aquellas personas que se interesen en la novela Para decir adiós: Las dos Princesas, publicada por Editorial Endira, la cual se encuentra a la venta en librerías de México y en todo el mundo mediante Paypal en compra directa aquí en el blog.

martes, 23 de febrero de 2016

CAPÍTULO TRES: LA VISITA







Antes de darles nuevamente la bienvenida a este espacio, quiero agradecerles infinitamente la atención prestada a mis letras, cuando una persona escribe deseando compartir sentimientos y emociones, deposita mucha ilusión en sus narraciones.

Cada uno de los que ha estado leyendo mis historias ha recompensado enormemente mi esfuerzo depositado y me ha permitido  ver cumplidas las ilusiones, millones de gracias.



Hoy quiero presentar el capítulo 3 de Para decir adiós: Las dos Princesas, espero sea de su completo agrado y puedan comentarme si les provocó algún sentimiento.




Capítulo 3.
La visita.

Había pasado ya cerca de una semana desde la partida de Colorcito, nadie había vuelto a tocar aquel tema, sin embargo era evidente que la potente luz que antaño emanaba de los ojos de Montse, no era la misma desde aquel día, noche tras noche durante esa semana Laura y Javier habían platicado sobre cómo abordar nuevamente el tema, como explicarle el concepto de muerte a una niña de 7 años, cuando de entrada, ellos ni siquiera lo comprendían del todo, Javier propuso en la segunda noche, el comprar otro pez o cualquier otra mascota, pero Laura de inmediato le mandó una de esas miradas, con la que el de inmediato comprendió que lo que había dicho jamás tendría que haberlo mencionado, a la quinta noche decidieron dejarle las cosas al tiempo.

“Tiene siete años.”

Mencionó Laura, y agregó como tratando de convencerse más a ella misma que al propio Javier:

“No puede tardar mucho más con eso, además en una semana empiezan las clases, con el bullicio y alegría de verse nuevamente con todas sus amigas seguramente olvidará toda esta situación de inmediato.”

Así fue como finalmente decidieron esperar y mantenerla vigilada.

La noche del domingo previo al inicio de clases, Montserrat al término de cenar, estuvo un tanto más alegre que en los días anteriores, ella y Laura habían estado recordando el evento de fin de cursos del ciclo escolar pasado y rememorando todos los bailables y números musicales que se habían presentado y como Javo, quien estaba antes tan emocionado con el evento, se había negado a participar en los bailables cuando supo que le tocaría como pareja Isabela, la niña de la cual se empeñaba en no reconocer todo lo que le gustaba.

La conversación había tomado un matiz que a Javo no le gustó en lo más mínimo y fue el primero en retirarse a dormir sin siquiera despedirse con sendos besos para su mamá y para su hermana como usualmente lo hacía, mientras subía por la escalera a hurtadillas, su madre le gritó:

“Que sueñes con los angelitos, amor.”

Agregando de inmediato Montse:

“Y con Isabela, amor.”

El chico se puso totalmente rojo y cuando la vergüenza que había sentido le permitió reaccionar, encolerizado amenazó a su pequeña hermana con el puño en lo alto, pero optó por mejor retirarse cuando vio que tanto Laura como Javier celebraron la broma de su hija como nunca antes habían celebrado una broma de ese tipo, y es que por primera vez en dos semanas habían tenido la oportunidad de ver nuevamente el magnífico fulgor de los ojos de su pequeña.

Después de seguir platicando un rato mas, durante el cual y a pesar de lo tarde que se hacía, Laura no había querido enviarla a dormir, finalmente fue la pequeña quien comenzó a tallarse frecuentemente los ojos en señal de sueño, Laura sin decir nada únicamente le palmeó la espalda en señal de aprobación, por lo que su hija se levantó de la mesa y se dirigió hacia la salita en donde se encontraba su padre, con un fuerte abrazo y un gran beso deseó buenas noches a Javier, quien no había participado más tiempo en la sobremesa porque se encontraba armando un carro a escala, lo cual era su pasatiempo favorito, éste a manera de disculpa por su ausencia en la mesa, la jaló nuevamente hacia él y le dio otro fuerte abrazo y un gran beso, fue su madre quien la acompañó hasta su cuarto, al recostarla Laura la arropó cariñosamente, por su parte Javo o estaba dormido o fingió estarlo para no dar opción a que le fuera tratado nuevamente cualquier cosa relacionada con Isabela, entonces Mamá en forma de despedida les dijo:

“No se les olvide rezar dando gracias por todo lo bueno del día.”

Montse la abrazó muy fuerte como si tuviera miedo de separarse de ella, tal como lo había estado haciendo desde el día de la pregunta, finalmente su madre le dio un beso en la frente y salió del cuarto, Montserrat comenzó a rezar, pidió por mamá, por papá, por Javo y finalizó pidiendo a Dios que en algún momento le permitiera volver a ver a Colorcito.

A pesar del cansancio la pequeña no quería dormirse, estaba esperando una señal, una respuesta a su petición, pero finalmente el cansancio terminó por vencerla, comenzó a soñar de inmediato, el sueño inició en una forma muy satisfactoria, vio como Javo se encontraba en la entrada de la escuela presumiendo delante de todos sus amigos lo valiente que él era, el pequeño se vanagloriaba de la forma en cómo podía descender con una reluciente bicicleta la alta pendiente en la que se encontraba, una tras otra, las piruetas que realizaba fueron celebradas por el resto de los niños, hasta que de aquella ladera comenzaba a descender Isabela, Javo quedaba estupefacto y la bicicleta se le escapaba de las manos continuando el descenso por sí sola, inmóvil, Javo solo podía ver como la pequeña continuaba su marcha en dirección hacia él, hasta quedar a su lado, tomándole una mano y sin aviso propinándole un gran beso en la mejilla, avergonzado Javo volteaba para todos lados queriendo verificar quien había presenciado aquella enorme “humillación”, pero para desgracia del avergonzado niño, para esos momentos ya no solo se encontraban ahí sus amigos, sino que toda la escuela estaba presente, incluidos los maestros, el conserje y el señor Gordillo, el severo Director del colegio.

Todos señalaban a Javo riendo escandalosamente sin excepción, como respuesta el rostro de Javo se tornaba de un rojo de tal intensidad como solo era posible que ocurriera de tal forma en un sueño, el rudo niño no podía hacer más que echar a correr rompiendo en llanto, llamando con desesperados gritos a su mamá, aquel cuadro solo pudo tener un efecto en Montserrat, incluso estando tan profundamente dormida como lo estaba, en su rostro se dibujó una enorme sonrisa.

Mientras tanto en el sueño, al ver como Javo había huido hacia casa sin esperarla, ella se encaminó a la misma dirección, sin aguardar a que Laura llegara en el automóvil a recogerlos como hubiera ocurrida en la normalidad, Montserrat caminó por un prado con altas espigas de trigo de color dorado, a lo lejos se veía lo que en el sueño sabía que era su casa, a pesar que en nada se parecía a la real, sin embargo lo que más extrañó a Montserrat fue que por más que se esforzaba en caminar hacia ella no podía llegar, su hogar parecía seguir tan lejano como al inicio de su marcha.

Cansada de su infructuoso andar se sentó, tras unos segundos la aburrida niña comenzó a observar el horizonte, notando de inmediato que ya no se encontraba rodeada solo por aquel campo de áureas espigas de trigo, sino que ahora justo unos cuantos metros adelante de ella había un rechoncho arbusto, del cual colgaban unas apetitosas frutas rojas, con cierta desconfianza arrancó una de ellas, la cual no comió de inmediato porque aquel singular fruto le resultaba totalmente desconocido, fue hasta haber arrancado unas cuantas más, cuando vencida por la sed se decidió a morder una de ellas, al ver que rebozaba de un delicioso néctar, con un extraño sabor que no podía reconocer del todo, entre mango, fresa y limón, comió sin parar una tras otra, hasta que su atención fue atraída nuevamente por el horizonte, al prestar atención en el cielo, el cual tenía una extraña coloración entre azul, rojo y ocre, como nunca lo había visto en la realidad.

Sin aviso, en la bóveda celeste empezaron a aparecer nubes que bloquearon un poco el intenso sol, que hasta ese momento inclemente le había estado pegando de lleno a la niña, a las nubes las acompañó una agradable brisa que comenzó a juguetear con su cabello, lo que hizo que inconscientemente la pequeña soltara la fruta que tenía en la mano, para revisar que los pasadores que le fijaban el pelo se encontraban aún ahí y el peinado que con tanto esmero su mamá y ella le hacían diariamente permanecía intacto, una vez hubo constatado que todo seguía a la perfección, dirigió su mirada hacia la deliciosa fruta que yacía en el suelo, la cual con tristeza observó que se encontraba totalmente sucia por la tierra, y como a pesar de haber comido casi diez de ellas, aún continuaba con el antojo, se decidió a buscar más, sin embargo en el árbol contiguo ya no quedaba ninguna.

Montserrat se puso de pie y buscó entre otros arbustos, que acababan de aparecer frente a ella, sin poder encontrar nada en ninguno de ellos, se sentó por un rato hasta que las nubes se fueron y el regreso del calor intensificó su deseo de seguir probando aquel refrescante jugo, por lo que se puso de pie y prosiguió con su exploración, hasta que metió la mano entre las hojas de uno de aquellos matorrales y tomó algo que no pudo ver, pero que al tacto le dio una sensación muy distinta de la que le brindaron las frutas que apenas hasta hace unos momentos había tomado, pensó que a pesar que se trataba de un arbusto similar, este fruto debía ser distinto, lo sintió como si se tratara de un objeto que estaba mojado, incluso demasiado húmedo y resbaloso para ser una fruta, mientras la pequeña lo sujetó con más fuerza para que no se le resbalara, aquel objeto comenzó a sacudirse con movimiento propio, Montserrat lo tomó con más vigor y lo arrancó del arbusto, llevándolo hasta su rostro para ver de qué se trataba, cuando lo tuvo frente a sus ojos, la sorpresa que se le presentó fue mayúscula, llena de incredulidad lo dejó caer mientras gritaba.

No se trataba de ningún fruto, sino de Colorcito, su adorado pez, el cual había estado colgando de una de las ramas de aquel arbusto, para cuando la niña se repuso de la sorpresa, un sentimiento de angustia le llenó, preguntándose por el daño que le había podido ocasionar aquella caída a su amigo, con mucho cuidado para no pisarlo, se puso de pie, buscó entre la tierra por un momento que le pareció eterno, hasta que al fin lo encontró, con suma precaución lo levantó del prado y lo acercó nuevamente hacia su cara para poder revisar que se encontraba en perfectas condiciones.

Si la sorpresa de verlo había sido enorme, lo que pasó después, la pequeña no lo pudo haber anticipado ni siquiera en un sueño, Colorcito le habló, diciéndole:

“Montse, no te imaginas cuanto me llena de gusto volver a verte, pero sería bueno que nos marcháramos a la casa, de un momento a otro puede comenzar a llover.”

Como si las palabras del pez se hubieran tratado más de una orden dirigida al cielo, que de una sugerencia a su amiga, en ese preciso momento comenzó a llover, más no se trataba de una lluvia ordinaria como todas las que la pequeña había tenido oportunidad de ver en su vida, a esta en especial, el cielo con su singular coloración entre azul y ocre, le brindó un efecto sorpréndete, mientras las gotas comenzaron a caer, por cada una de ellas se formaron diminutos arcoíris y por si aquel singular espectáculo no hubiera sido suficiente para maravillar a Montserrat,  el agua que formaba aquella lluvia no era fría como la de una común, por el contrario ésta resultaba bastante cálida y tenía el mismo sabor que las frutas que gustosamente había devorado instantes antes, lo que en combinación con la agradable brisa que se había desatado se volvió una sensación muy placentera.

Mientras jugueteaban saltando entre los charcos que se formaban, ambos olvidaron el deseo de ir a casa, sonrieron y cantaron hasta que Montserrat vio alarmada como Colorcito se resbaló de sus manos, la pequeña gritó llena de preocupación ante el inminente impacto de su amigo contra el suelo, pero justo cuando éste iba a golpear el césped, flotó por entre las innumerables gotas, Montse volvió a gritar, pero ahora  de felicidad, juntos saltaron jugando durante mucho tiempo, Montserrat se encontró llena de felicidad, tanto como no recordaba haberlo estado nunca antes, hasta que de repente la lluvia comenzó a menguar y el cielo se obscureció.

Mientras las nubes se concentraron en lo que parecía ser el centro del cielo, Colorcito dejó de jugar mientras era atraído por ellas, sin remedio comenzó a subir mientras Montserrat intentaba sujetarle pero inevitablemente se escapó de sus manos, la pequeña le gritó desesperada pidiendo que regresara, pero él se encontraba ya muy lejos para poder escucharla, con tristeza la pequeña solo pudo ver cómo a pesar de sus suplicas, Colorcito no pudo hacer más que  nadar hacia el cielo.

Montserrat terminó quedándose sola, acurrucada entre las espigas, abrazada por la obscuridad.

Javier fue el primero que escuchó el grito, no tenía mucho de haberse ido a acostar, aún se encontraba en ese estado en el que no te encuentras ni despierto ni dormido, saltó de la cama y se dirigió tan rápido como pudo al cuarto de sus hijos, con preocupación vio a su niña sentada en la cama, quien se cubría parte de la cara con la sabana, la pequeña no paraba de llorar, Laura llegó apenas unos cuantos segundos después, fue hasta que los abrazos habían logrado consolarla un poco cuando cuestionaron a Montserrat sobre lo que pasaba, pero entre su incesante llanto no pudo articular  ninguna otra palabra, más que decir:

 “Colorcito”

Ambos no necesitaron más que eso para comprender todo lo que había pasado ahí en el transcurso de esa noche, llevaron a ambos niños hasta su cuarto para que todos pasaran lo que restaba de la noche ahí juntos, Javier estuvo a punto de objetar algo al saber que tendría que dormir en el suelo y que al día siguiente tendría que lidiar con su dolor de espalda, pero vio a su hija y pensó que un poco de molestia en su cuerpo no significaba nada a cambio de la tranquilidad de su pequeña.

A la mañana siguiente intentaron preguntar a Montserrat sobre el sueño, pero ella no contó mayores detalles, solo les dijo que Colorcito estuvo con ella pero que volvió a dejarla, amorosamente Javier le explicó que se trató solo de un sueño, que ella no tenía nada de qué preocuparse, pero aquello no sirvió de mucho para tranquilizar a Montserrat, Laura estuvo a punto de decirle que debía estar contenta porque Colorcito la había venido a visitar desde el cielo de los peces, pero al pensar en la andanada de preguntas que aquella explicación traerían, decidió que lo más prudente era no comentar nada al respecto.

El resto del domingo transcurrió sin mayores sobresaltos, llegó la noche y a pesar de lo que Laura y Javier temieron durante todo el día, Montserrat pudo conciliar fácilmente el sueño, durante esa noche únicamente soñó con el regreso a clases, sin embargo todo aquello no le provocaba ninguna emoción, con apatía entró al salón, en el fondo de este lo primero que vio, justo en el mismo lugar que ocupó durante todo el ciclo escolar anterior, fue a  Angélica, una niña usualmente muy callada que solía sonreírle solo a ella, en la entrada estaba la miss Martha, con sus gruesas gafas de color morado y su falda de cuadros azules con rojos, la muy alta mujer amablemente  le daba la bienvenida al salón a todas las pequeñas, en el interior también se encontraban Ava, Lara y María, quienes altivamente presumían sobre todos los fascinantes lugares que habían visitado durante sus vacaciones, Montserrat las saludo forzadamente y continuó su marcha hacia su mesa banco,  cuando llegó a este, le sorprendió el no llenarse de alegría al ver a su  lado a Ana, su mejor amiga,  quien le dio un gran abrazo de bienvenida, con apatía respondió a aquella gran muestra de cariño mientras seguía viendo hacia todos lados del salón, buscó a alguien en especial pero se llenó de decepción por no poder encontrarlo,  vio a Roció, a Juan,  a Enrique, a Valeria, a Tania,  pero ninguna de aquellas personas era a quien en verdad tanto deseó encontrar.

Montserrat solo hubo conciliado el sueño esperando nuevamente una visita, la cual finalmente no se dio.



7 comentarios:

  1. INTERESANTE... LEERE LOS CAPITULOS ANTERIORES ;)

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    1. Muchas gracias por regalarme tu tiempo Celia, será un honor que puedas leer los demás capítulos

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  2. No te imaginas cómo me identifico con Montse. Hece poco perdí a Luzy, mi gata. Sueño con ella y cuando despierto y no está es horrible. Me encanta la descripción del sueño, puedo verlo, es hermoso. Un saludo y un abrazo.

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    1. Saludos te agradezco la visita y tu comentario, hace algunos años perdí a pantufla un conejo minilop al que consideraba mi amigo, su partida fue algo muy doloroso para mi, el es uno de los grandes causantes de mi novela. Abrazos

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  3. Hace unos dias tuve un gran sueño y me indentifico con los colores cuando uno decea tanto a su ser amado y con gran intencidad ahora se que si lo pienso mucho logro soñarlo ya van dos veces que me sucede y aun que otro dia despierto con llanto creeme que en esos momentos mis lagrimas no son de tristeza si no de alegria que aun que fue en sueño lo pude sentir y gosar de tal manera sorprendente!. Tan fue asi que si yo sierro mis ojitos aun lo vivo. Pues no me queda mas que decir gracias por compartir tus historias..Ate.R.CH.

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    1. Muchas gracias por tus palabras, lo mismo me ocurrió después de la muerte de mi padre, los sueños y mis memorias eran los únicos lugares a los que podía ir para verlo, desgraciadamente con el tiempo los sueños se han ido haciendo cada vez menos.

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  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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